sábado, 28 de octubre de 2017

CURSOS FORMATIVO: ESCRITURA CREATIVA PARA BIBLIOTECARIOS

Pues sí, entusiasmada he vuelto del curso intensísimo de "Escritura Creativa para bibliotecarios" impartido por Jorge Gonzalo de Atrapavientos. 

Actividad organizada por Diputación Provincial de Zaragoza a través del servicio de archivos y bibliotecas, los días 26 y 27 de octubre, en la Residencia Ramón Pignatelli  dirigida a bibliotecarios de la provincia.
GRUPO BIBLIOTECARIOS PROVINCIA ZARAGOZA




 Hemos aprendidos que una animación a la lectura  siempre debe ir de la mano de una animación a la escritura. 


Jorge nos ha emocionado con sus propuestas para el fomento a  la lectoescritura:
  •   Plantadores de historias
  •   Libros que importan
  •   Cementerio de miedos, todas ellas transmitidas desde un entusiasmo envidiable .


Empapada de una lluvia de buenas ideas que todavía estoy asimilando. Ideas  que fomentan la creatividad y que son perfectamente aplicables con recursos que podemos encontrar en nuestra biblioteca.  

Nos ha animado a superar el miedo a la página en blanco, a presentarnos a través de la poesía y el humor de Gloria Fuertes, a contar historias de 100 maneras diferentes… 

A través de diferentes dinámicas hemos trabajado  los recuerdos, nos hemos preguntado a través de la lógica , del humor y también de la imaginación, hemos  creado, soñado y también nos hemos emocionado.
Todo un lujazo de curso!!! MIL GRACIAS Jorge Gonzalvo, por enseñarnos a mirar la lectura de una forma diferente y a DPZ por permitirnos acceder a estos cursos..
BIBLIOTECARIAS COMARCA RIBERA ALTA

Disfrutemos la literatura como divertimento nunca como obligación!!!




martes, 24 de octubre de 2017

FELIZ DÍA DE LA BIBLIOTECA

*El amor a las Bibliotecas; como la mayoría de los amores, se aprende**



Os dejamos a continuación el texto del pregón titulado:

“Como Mary Poppins, pero sin volar”

“Soy sobrino de bibliotecaria. Desde que tengo memoria, mi tía, que acaba de cumplir ochenta años, me ha regalado un libro el día de mi cumpleaños. Primero fue la serie de Osear,con su Kina y su láser, de la gran Carmen Kurtz; llegaron después las aventuras de Los Cinco,algunos clásicos ilustrados, la gran Nada de Carmen Laforet… La lista es larga y el disfrute ha sido mágico, porque mi tía entiende la lectura como algo que cura, que aleja al inocente de lo que agrede, y yo -y ella lo sabe- siempre he sido demasiado vulnerable a lo que daña, sea o no imaginado, sea o no real.

Mi tía se llama Nuria y desde niña sufre mucho de la vista. Aun así, trabajó durante décadas fomentando el amor por la lectura en hombres y mujeres, chicos y chicas a los que no conocía, pero cuya mirada no tardó en aprender a leer, a identificar y a descifrar. Ella decía -y a veces dice todavía- que “repartía refugio”, y se emociona al recordarlo. La he oído también confesar en algunos momentos de nuestra historia común, que no fueron fáciles y que vivimos juntos: “Decidí ser bibliotecaria porque así me aseguraba de que, por muy mal que nos fueran las cosas, aunque faltara el agua caliente o la calefacción, siempre tendríamos un libro en casa”. Ahora, quince años después de su jubilación, soy yo quien le recomienda lecturas. Leemos un libro a la vez y nos juntamos cada quince días a comer y a comentar lo leído, en lo que hemos bautizado como “El club de las 2”, porque intentamos en lo posible que coincida con el día 2 de cada mes, a las 2, y porque somos dos almas lectoras que no tienen freno. Durante estos años de club, ella me ha contado cosas, muchas cosas de su vida en la biblioteca, y desde que la oigo hablar como lo hace sobre su amor por esa vocación, que no decrece a pesar del tiempo, no puedo dejar de maravillarme y de preguntarme cómo definiría yo a una bibliotecaria -o a un bibliotecario- llegado el caso.

Hasta hace unos meses no di con la respuesta.

Fue a raíz de la publicación de Un hijo, durante una charla en un centro de enseñanza de una capital andaluza. Y fue precisamente gracias a un niño de diez años que, junto con otros 1OO, había leído la novela y quería conocer a su autor. Por motivos de espacio, el acto tuvo lugar en la biblioteca del centro, con un par de profesoras y la encargada de la biblioteca. La charla fue muy intensa, mucho más de lo que yo esperaba, y se alargó. Cuando por fin llegamos al final del turno de preguntas, un niño que estaba sentado en la primera fila levantó la mano.

-A mí lo que más me ha gustado del libro es María -dijo refiriéndose a la orientadora del centro, que es, junto con el pequeño Guille, la protagonista del libro.

Quise saber por qué. El niño, llamado Ismael, se rio un poco y luego, mirando a una de las tres mujeres que estaban junto a la puerta. dijo:

-Porque es igual que la seño Lourdes. -Una de las tres mujeres que estaban junto a la puerta se encogió un poco y negó con la cabeza, incapaz de reprimir una sonrisa. Ismael no había terminado-. Vive en la biblioteca porque si no los libros a lo mejor se van. O se mueren.

Se hizo el silencio en la biblioteca. Nadie se rio. Nadie dijo nada. Fueron segundos llenos de respiraciones contenidas, de tensión y de infancia.

-Es que es bibliotecaria -volvió a hablar Ismael. Y al ver que yo lo miraba sin saber qué decir, debió de entender que necesitaba explicarse mejor, y añadió-: O sea, como Mary Poppins, pero sin alas.

Hoy es un día especial. Celebramos el Día de las Bibliotecas y celebramos también que cientos, miles de Mary Poppins sin alas velan por los libros que las habitan para que no se mueran ni se vayan, e Ismael siga creyendo que la vida está en los libros y su reflejo fuera. Hoy es el día en que, un año más, la magia se renueva y todas las bibliotecarias y bibliotecarios del mundo se saludan con una mirada cómplice y un largo hermoso y tierno:
 Supercalifragilísticoespialidoso.”

Texto: Alejandro Palomas / Ilustración: Manuel Marsol