Una mujer pionera, llena de tesón ante todo lo que se proponía, innovadora y rigurosa son algunas de las palabras que surgen cuando los que la conocieron y se empaparon de ella, dicen de María Moliner.
Las ideas de María Moliner eran un canto a la educación y a la cultura, quería que los libros llegaran a todas partes y los leyeran mucha gente, y que el diccionario fuera práctico de consultar, una apuesta por el conocimiento para mejorar el mundo que sigue vigente
Cuarenta años después de su muerte, la Real Academia Española (RAE) desagravia a María Moliner, que falleció a los 80 años en Madrid el 22 de enero de 1981, y reconoce la injusticia que supuso no acogerla en su seno y el enorme mérito de su monumental obra.
La memoria democrática de estas mujeres supone una llamada de atención al trabajo que nos queda a todas nosotras.
Hoy la recordamos con la siguiente recomendación que podéis encontrar en la biblioteca:
“El exilio interior” : la vida de María Moliner / Inmaculada de la Fuente.
María Moliner (1900-1981), conocida gracias al Diccionario que lleva su nombre, es al mismo tiempo una figura desconocida y en cierto modo invisible. Una montaña de palabras, las que fue anotando en fichas y agrupadas por familias etimológicas, han terminado por eclipsarla, aunque hayan contribuido también a reconocerla. Si no hubiera sido condenada al ostracismo durante el franquismo, tal vez no hubiera tenido tiempo de abordar esta ingente tarea de ordenar el uso del español. Su historia atraviesa el siglo XX, siendo también la historia de una generación que en la década de los treinta era joven y ambiciosa intelectual y vitalmente. Una generación en la que las mujeres empezaban a sentirse cómplices de los cambios colectivos. Una generación que tuvo que “exiliarse”, muchos de sus integrantes fuera de nuestro país, y otros muchos, como María Moliner, en su propia intimidad, para sobrevivir tras la Guerra Civil. Hasta hoy, sin embargo, nadie había emprendido seriamente la tarea de escribir una biografía como ésta, dando voz a la parte de su familia que la conoció (hijos, nietos), y poniendo en valor su figura dentro del contexto de la España de sus años.
Nos quedamos con sus palabras .
“El bibliotecario, para poner entusiasmo en su tarea, necesita creer en estas dos cosas: en la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente a quien va a servir y en la eficacia de su propia misión para servir a ese mejoramiento
“Cualquier libro, en cualquier lugar, para cualquier persona”.
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